🐺 El lobo y la falsa cuestión del número
Durante décadas, el debate público en torno al lobo ibérico ha orbitado en torno a cifras, censos, informes técnicos y proyecciones. Una danza de gráficos y estadísticas que pretende responder a una pregunta tan repetida como equivocada:
¿Hay demasiados lobos?
Para unos, el lobo es una “amenaza” que supuestamente se expande sin control.
Para otros, es una especie vulnerable que requiere protección.
Sin embargo, ambos bandos suelen compartir —consciente o inconscientemente— el mismo error de origen: considerar que la legitimidad de la vida del lobo depende de su cantidad y su impacto sobre los intereses humanos.
El debate numérico, aun cuando se use para defenderlo, acepta el marco mental del dominio humano sobre la naturaleza.
Y es precisamente ese marco el que debemos cuestionar.
🌿 Una especie que no pide permiso para existir
El lobo no requiere nuestro permiso para vivir.
No debe probar su “utilidad ecológica” para ser digno de protección.
No tiene que demostrar que su número es “adecuado” para merecer respeto.
Antes que ganaderos, antes que carreteras, antes que lindes, leyes y mapas,
había lobos.
El lobo está en la península desde hace cientos de miles de años.
Nosotros, como especie, somos recién llegados.
El lobo ha sabido convivir con la tierra sin agotarla, sin fragmentarla, sin arrebatarle su equilibrio.
Mientras tanto, la especie humana ha transformado ecosistemas completos en pocas generaciones.
Y aun así, nos creemos jueces de quién puede vivir y cuánto puede vivir.
No es ciencia:
es soberbia.
🌍 El valor intrínseco de la vida
La ecología profunda enseña algo simple y revolucionario:
La vida no necesita ser útil para tener valor.
El lobo no merece existir porque controle poblaciones de ungulados.
No merece existir porque mantenga el equilibrio ecológico.
No merece existir porque inspire poesía o simbolismo cultural.
Todo eso puede ser cierto, pero no es la razón.
El lobo merece existir
por el simple hecho de existir.
Porque siente.
Porque es parte del tejido vivo del planeta.
Porque su presencia no está subordinada a nuestro beneficio.
Reducir cualquier vida a su utilidad es negar su dignidad natural.
🌾 El argumento rural mal usado
Algunos sostienen que defender al lobo es despreciar al mundo rural.
Es una falsedad peligrosa, que enfrenta a quienes deberían caminar juntos.
El verdadero rural —el que cuida el monte, respeta el agua y sabe escuchar los ciclos de la tierra—
ha convivido con el lobo durante siglos.
El problema no es el campo.
El problema es una economía que exige rendimiento total, control total, ausencia total de incertidumbre.
Un mundo donde lo vivo se tolera solo si no molesta.
Eso no es cultura rural.
Eso es agro-industrialismo disfrazado de tradición.
🤝 Coexistencia como principio, no como concesión
Coexistir no es “permitirle vivir mientras no nos afecte”.
Eso sigue siendo dominación con guantes blancos.
Coexistir es reconocer que no somos dueños del mundo.
Que compartimos territorio con otras especies.
Que la tierra no es propiedad privada de la humanidad.
El lobo debe poder vivir y moverse, no solo en reservas o en rincones remotos,
sino en todo ecosistema donde encuentre refugio y alimento.
No porque nos convenga,
sino porque le corresponde.
📌 Declaración de Voces de la Tierra
Desde la ética ecocéntrica afirmamos:
- El lobo tiene derecho intrínseco a existir.
- Su legitimidad no depende de su número ni de nuestro consenso.
- La naturaleza no es un problema a gestionar, sino una realidad a respetar.
- Defender al lobo no es romanticismo: es justicia ecológica.
- La tierra no nos pertenece; formamos parte de ella.
La defensa del lobo es defensa del límite, del equilibrio, del respeto.
Es, sobre todo, un acto de humildad frente a un mundo que no estamos capacitados para dominar sin destruir.
🌎 Conclusión
Cuando discutimos si hay “muchos” lobos, hemos perdido la batalla moral antes de empezar.
La pregunta correcta nunca fue
cuántos lobos pueden vivir aquí,
sino
qué tipo de especie queremos ser nosotros.
Una especie que mide la vida en términos de utilidad,
o una que aprende, por fin, a convivir con ella.
El lobo no es una cifra.
No es una amenaza.
No es un recurso.
Es vida antigua, voz del bosque, memoria de la tierra.
Y mientras siga caminando sobre nuestras montañas,
habrá esperanza de que también nosotros recordemos quiénes somos.
La vida no se negocia.
Se respeta. O se pierde.

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