La naturaleza no necesita nuestra gestión, necesita que dejemos de dañarla

A menudo se repite la idea de que la naturaleza está incompleta sin la mano del ser humano. Que los bosques, los ríos o las montañas necesitan que los “gestionemos” para mantenerse sanos. Es un pensamiento que, aunque se presente como protector, es profundamente antropocéntrico.

La naturaleza lleva millones de años autorregulándose. Cada ecosistema, desde una selva tropical hasta un prado de montaña, tiene sus propios mecanismos de equilibrio. Los incendios naturales, en zonas adaptadas a ellos, cumplen funciones vitales: regenerar el suelo, controlar plagas, favorecer la germinación de ciertas especies. No es el fuego natural el que arrasa y destruye, es nuestra huella.

Y aquí hay que decirlo claro: muchos de los incendios actuales son provocados aposta, por intereses económicos, especulativos o políticos. Quemar un monte para recalificar terrenos, expandir zonas agrícolas o justificar talas masivas no es gestión, es destrucción planificada.

Lo que realmente rompe el equilibrio de la naturaleza es nuestra actividad:

Urbanizar y construir donde antes había vida salvaje.

Explotar intensivamente los recursos del monte.

Abandonar prácticas tradicionales que mantenían un balance natural.

Alterar el clima con nuestras emisiones y hábitos de consumo.


Bajo la excusa de “gestionar” muchas veces se justifica talar, abrir caminos, introducir maquinaria o especies foráneas, acciones que alteran profundamente la vida del ecosistema. Lo que llamamos gestión, la mayoría de las veces, es intervención.

La mejor manera de proteger la naturaleza no es controlarla, sino respetar sus procesos. Reducir nuestro impacto, dejar que los ciclos naturales se cumplan, y reconocer que no somos sus dueños, sino una parte más.



🌱 Ejemplos de la naturaleza recuperándose sola

1. Chernóbil (Ucrania) – Tras el desastre nuclear y el abandono humano, la zona se ha convertido en un refugio para lobos, bisontes, osos y cientos de especies de aves. Sin intervención humana, el ecosistema ha florecido.





2. Bosque de Białowieża (Polonia y Bielorrusia) – Uno de los últimos bosques primarios de Europa, donde la ausencia de “gestión” forestal permite que los ciclos naturales sigan intactos, con una biodiversidad única.





3. Parque Nacional Yellowstone (EE. UU.) – Tras décadas de control de incendios, se permitió que algunos fuegos naturales siguieran su curso. El resultado: regeneración del hábitat y regreso de especies que habían desaparecido.




La visión antropocéntrica nos coloca como salvadores del planeta, cuando en realidad somos la principal causa de su deterioro. No necesitamos “arreglar” la naturaleza: necesitamos aprender a convivir con ella, a escucharla y a permitir que siga su curso.

Porque la Tierra no nos necesita para vivir. Somos nosotros los que necesitamos de ella para seguir respirando.

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