Por qué la experimentación con animales nunca estará justificada
No es progreso, es crueldad
Hay realidades que, por incómodas, preferimos no mirar de frente. Una de ellas es la experimentación con animales. Desde hace décadas, se nos repite que es necesaria, que gracias a ella existen medicinas, tratamientos, avances. Pero esa idea se sostiene sobre el dolor silenciado de millones de seres inocentes.
Conejos, ratones, perros, monos... nacen, viven y mueren encerrados entre cuatro paredes, convertidos en objetos. Se les envenena, se les infecta, se les mutila, se les deja solos, asustados, sufriendo en nombre de un supuesto bien mayor: el bienestar humano.
¿Pero de qué bienestar hablamos si para lograrlo debemos ignorar el sufrimiento de otros seres sintientes?
Cada vez más expertos y estudios confirman algo que muchos intuíamos desde hace tiempo: los resultados obtenidos en animales no siempre sirven para las personas. Medicamentos que parecen seguros en un ratón pueden ser inútiles o peligrosos para nosotros. La ciencia está empezando a reconocer que existen métodos más eficaces, más precisos y, sobre todo, más éticos: simulaciones por ordenador, cultivos de células humanas, órganos en chip.
Pero incluso si no los hubiera, incluso si la experimentación con animales fuera la única forma de desarrollar medicinas o productos, el dilema ético seguiría en pie.
No todo lo que se puede hacer, debe hacerse.
Porque el bienestar humano no puede ni debe construirse sobre el sufrimiento de otros. La vida, la libertad y el derecho a no ser torturado no deberían depender de la especie a la que uno pertenece.
Una sociedad verdaderamente justa y evolucionada no se define solo por cómo trata a sus propios miembros, sino también por cómo trata a los más vulnerables. Y los animales, privados de voz, de defensa y de derechos, merecen ser protegidos.
No nos engañemos: la experimentación con animales no es un mal menor, es una aberración moral. Un acto de crueldad normalizado, justificado por la costumbre y la comodidad, pero que ya no tiene lugar en el mundo que queremos construir.
Que el progreso no nos haga perder la compasión. Que la ciencia no nos haga olvidar que lo primero siempre debe ser el respeto por la vida, toda vida.
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