Cuando el valor de la naturaleza depende de su utilidad
Durante mucho tiempo nos han enseñado a justificar la protección de la naturaleza a partir de lo que nos ofrece. Bosques que producen oxígeno. Ríos que abastecen de agua. Suelos fértiles que garantizan alimentos. Ecosistemas que nos protegen de desastres o regulan el clima. Este enfoque ha tenido un efecto positivo: ha permitido que muchas personas comprendan que destruir la naturaleza es, en última instancia, dañarnos a nosotros mismos. Gracias a esta mirada se han frenado abusos, se han protegido espacios y se ha generado una conciencia ambiental que antes no existía. Sin embargo, cuando observamos con más detenimiento, aparece una pregunta incómoda: ¿qué ocurre cuando el valor de la naturaleza se mide únicamente por su utilidad para el ser humano? Cuando defendemos un bosque porque “nos da oxígeno”, estamos estableciendo una condición. Cuando protegemos un río porque “lo necesitamos”, estamos poniendo un requisito. Cuando argumentamos que una especie es importante porque ...